El Gran Teatro del Liceo ha sido, desde hace mucho tiempo, motivo de orgullo para los catalanes y un símbolo de su identidad nacional. Durante la mayor parte de su historia, la iniciativa privada ha financiado este teatro; las instituciones públicas colaboraron en su sostenimiento hasta las últimas dos décadas del siglo XX. Este teatro ha sido considerado como el recinto por excelencia de la burguesía catalana ilustrada y culta que tanto define su fuerte sentido nacionalista:
"Nació [...] desmedido. Tanto, que sus beneméritos constructores tuvieron que apelar a mil argucias de tipo económico para salirse con la suya. De Sociedad de aficionados albergada en un ex convento, pasó el Liceo a ser propietario de una sala de espectáculos capaz para 3500 espectadores, y que en punto a dimensiones y grandiosidad rivalizaba con las más famosas de la ópera, de París; del San Carlos, de Nápoles; de la Scala, de Milán; del Real, de Madrid."[1]
Junto con el Teatro Colón de Buenos Aires, Argentina, es la cabecera de la ópera en Iberoamérica y en la actualidad está en uno de los primeros lugares de Europa, encima de muchos teatros italianos y franceses.
Tuve le privilegio y el honor de iniciar los trabajos de estudio y catalogación de su archivo histórico en 2007 y actualmente está en proceso de digitalización. Su documentación se puede consultar aquí.
[1] SEMPRONIO, 1947.